Puesto que la irritación está a flor de piel, sería inteligente que los partidos no abusaran en campaña del ataque. Es probable que no puedan reprimir el deseo de vomitar excrementos. Todos contra todos. ¡Y tú más! Olvidan que los electores colocan la ración diaria de ataques en el mismo contenedor. El oído de los electores ya no discrimina entre políticos: todos los ataques desembocan en el mismo mar: el desprecio de la política.
Cuando tenga necesidad de atacar, cállese, usted, anónimo concejal de pueblo o ciudad. Y cuando le ataquen, tápese lo oídos. Haga como Ulises: no escuche los cantos de las sirenas de la antipolítica. No ataque, pero no se esconda. Atrévase a hablar de lo que ha hecho o de lo que quiere hacer. Muchos creen que es usted un tipo despreciable, pero otros apreciarán su dedicación al común. Sus desvelos para conseguir que la calle esté limpia, que el autobús llegue a tiempo, que el centro cívico abra.
Son malos tiempos para todos: si habla en positivo, quizás no le escuchen. Pero al menos no contribuirá con sus vómitos a desprestigiar el oficio
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