J.L.Trasobares, en El Periódico de Aragón
Tienen que venir los desastres para dejar patente que aún existen el espíritu de sacrificio, la solidaridad, la eficiencia del sector público y, en general, el civismo. Por fortuna esas virtudes (que a veces fallan calamitosamente en el día a día) salen a relucir en las situaciones excepcionales. Entonces es cuando la gente da lo mejor de sí misma.
Los incendios forestales lo han puesto de manifiesto. La disciplina y serenidad de los vecinos evacuados, la movilización inmediata de las localidades que les recibieron, la heroica entrega de los equipos de extinción (agentes del medio natural, bomberos, militares, pilotos), la dedicación de los responsables técnicos y políticos... son otros tantos indicadores de que el Sistema también tiene cosas buenas; incluso muy buenas. Sí, hombre, hay fallos y se cometen errores, pero por encima de todo queda claro que estamos en un país donde la comunidad es capaz de hacer frente a las catástrofes en las mejores condiciones posibles. Desalojar a más de mil personas y encontrarles sobre la marcha sitio donde dormir en casas particulares implica un nivel de compromiso social impresionante. Eso sí que es empatía, justo lo contrario del individualismo feroz que nos vienen predicando los adalides del sálvese quién pueda.
En Estados Unidos, el presidente Obama intenta recuperar el pulso colectivo de una gran nación que, sin embargo, ha mostrado una pavorosa debilidad a la hora de afrontar grandes emergencias o de proveer a su población de unos servicios básicos de calidad, sobre todo en lo relativo a la salud. Justo en este mismo instante, en España y otros estados europeos se producen movimientos en el sentido contrario. Hay personas y poderes interesados en privatizar la sanidad, desmontar la educación pública, encanijar las administraciones (a veces barrenándolas desde dentro mediante la corrupción y la ineficacia), minimizar los impuestos que pagan los ricos, debilitar la Seguridad Social... y el que más pueda, capador. Por eso es tan importante comprobar que, pese a todo, cuando las cosas vienen mal dadas aún tenemos músculo colectivo y organismos que funcionan. Que dure.
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