Manuel Rico
Es una verdad irrefutable que el balance para España de sus 25 años en la Unión Europea es positivo. La ingente transferencia de fondos comunitarios ha sido uno de los pilares del crecimiento económico y del gigantesco salto en el terreno de las infraestructuras. Además, la entrada en la UE ayudó a consolidar definitivamente la democracia en España y a ahuyentar fantasmas golpistas del pasado, lo que no es poco en un país que padece a la derecha más cavernícola de Europa Occidental.
Las asignaturas económica e institucional se aprobaron, por tanto, con nota. Pero otra cosa es el capítulo social. Las energías de los líderes europeos se han dirigido durante décadas a facilitar la integración de los mercados, dejando un espacio minúsculo en la agenda para las políticas sociales. Esa preeminencia absoluta de los mercados no sólo ha impedido que exista un verdadero Gobierno político europeo, sino que también ha frenado la creación de un Gobierno económico. El resultado es que el capitalismo de casino ha llevado a una situación de sangre, sudor y lágrimas que reconocen ya todos los líderes europeos, salvo algún irresponsable que sigue con una oposición de tierra quemada que causa perplejidad en las cancillerías de Europa entera.
Europa es imprescindible. Pero hay que reinventarla, hay que arrebatársela de las pezuñas a los buitres neocon. Urge politizar la economía, poner el foco en la agenda social y democratizar unas instituciones que ahora tienen escasa legitimidad ante los europeos, ya que ellos no han elegido a quienes verdaderamente mandan en Bruselas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario