sábado, 3 de abril de 2010

UN ELOGIO DE LA SOCIALDEMOCRACIA




Antonio Muñoz Molina, en 'El País'

Tony Judt probablemente no volverá a tomar nunca un tren pero escribe apasionadamente sobre ellos. Para ser exactos, no escribe, dicta. Tony Judt, que ha escrito algunos de los mejores libros de historia y de pensamiento político de los últimos años, padece la enfermedad de Lou Gehring, que va degradando poco a poco su sistema nervioso, y aunque todavía puede hablar y mantiene intactas sus facultades intelectuales sólo mueve débilmente los dedos de una mano. Dentro de poco también habrá perdido esa capacidad. En una confesión que apareció primero en la New York Review of Booksy tradujo este periódico Tony Judt cuenta el proceso gradual de su enfermedad y la sensación de haberse convertido en una conciencia lúcida e insomne aprisionada en un cuerpo inerte. Pero en lugar de rendirse a la fatalidad se ha vuelto más ansioso de aprovechar el tiempo que le queda. Continúa dictando episodios fragmentarios de unas memorias que tienen un tono de impudor confesional matizado por la ironía, y acaba de publicar un libro que es un valeroso manifiesto: una declaración de principios progresistas, una vindicación de la legitimidad de lo público y de lo universal como valores de la izquierda en una época en la que sólo lo privado y lo particular parece respetable, o peor aún, eficiente y moderno. Tony Judt defiende lo que hasta hace nada se había vuelto indefendible: los espacios públicos, los servicios públicos, las causas comunes, todo lo que los expertos en economía de la derecha y los expertos en identidades irreductibles de la presunta izquierda llevan proscribiendo más de treinta años.

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